JORNADA DE EBRO

Me llamo Aroha, tengo 26 años y este verano viví una de esas jornadas de carpfishing que no se olvidan, a orillas del río Ebro. El calor del día era intenso, pero el murmullo constante del agua y la sombra de los árboles hacían más llevadera la espera. Aunque era un consuelo que no nos solucionaba todo el calor arido de las orillas del Río Ebro. Para mí, pescar en verano tiene un encanto especial: las horas parecen diluirse bajo el sol, y todo invita a relajarse, a disfrutar del presente.

Llegué temprano, con mi material de carpfishing cargada de ilusión y mi equipo preparado. Montar las cañas frente a aquel río inmenso es casi un ritual: clavar las picas y tripodes s en la tierra caliente, cebar con paciencia y dejar que la corriente acaricie los hilos. El Ebro, en verano, brilla con un tono dorado que lo hace único, y siempre da la sensación de que esconde algo grande bajo su superficie.

Mientras esperaba, me dejé envolver por el ambiente: los insectos revoloteando, el sonido lejano de una barca y el calor que poco a poco se suavizaba al caer la tarde. Esa mezcla de calma y expectación es lo que me engancha del carpfishing. Cuando por fin sonó la alarma de la caña, la adrenalina hizo que se me olvidara el calor y el cansancio. La pelea con la carpa fue intensa, llena de tirones y nervios. Al sacarla, vi un ejemplar precioso, brillante bajo el sol, y como siempre, la devolví con cuidado al agua, agradecida por el regalo.

No olvidéis lo importante que es devolver los peces a su medio, y lo más rápido posible para que no sufran.

Más allá de la captura, lo que me queda es la experiencia: un día de verano, naturaleza en estado puro y esa sensación de libertad que solo encuentro pescando, da igual donde pero pescando. Solo los enfermos por la pesca entendemos esta locura.

Nos vemos por las orillas, compañeros.

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