Cuando me dio por ponerme creativo nunca creí que el resultado fuese a ser este buen barbete.
Veréis, yo vivo en una zona bastante rural y bastante poco pescada. No suelo tampoco viajar mucho para pescar, me gusta hacerlo por aquí y me conformo con lo que estas aguas van dando. Prefiero el relax de salir a pasar el día en el río y el campo antes que buscar la captura segura o mayor.
Y tal que así se nos antojó un día a mi padre y a mi salir a echar un rato las cañas. Nos pusimos la noche de antes a preparar todo y luego nos dimos cuenta de que no habíamos comprado cebo 😅. Ni una triste lata de maíz por casa. Y aquí donde vivo olvídate de poder comprar algo pasadas las siete de la tarde.
¿Renunciamos al plan? NO. Mi padre se puso a cocer patatas (como antiguamente se pescaba, decía) y yo fui a casa de mi tío, que tenía cabras, para ver si tenía algo de cebada o trigo para cebar. No hubo suerte, pero me dio un puñado de habas que echaba a veces a los animales.
Tardé en cocerlas media vida y cuando estaban a punto a unas cuantas les eché canela y a las otras anís.
Al día siguiente nos vemos tratando de pescar con las patatas y cebando con las habas, sin mucho resultado. Las patatas habían quedado un poco más cocidas de lo que debían y se caían de los anzuelos con facilidad así que pensé ¿y si le pongo en el anzuelo un haba?
Tras unos escasos 10 minutos de espera, con un haba anisada de señuelo, recibí la tremenda picada.
Ofreció una lucha preciosa. Nos extrañaba la forma en la que tiraba, parecía un barbo pero por ese entonces ya estaban escaseando aquí por culpa de la llegada del siluro. Por esa misma razón nos hizo muchísima ilusión sacarlo y comprobar que efectivamente era un buen barbo. Fotito para el recuerdo y al agua con el, con una anécdota para siempre y una sensación increíble de triunfo de mi idea peregrina de habas con anís jeje.